DE PASEO POR LOS ALTOS PIRINEOS (FRANCIA)
Los Pirineos, esa frontera que nos separa de otro país, otra lengua, otra mirada, esa que nos salía de carrerilla en el colegio cuando nos enseñaban a delimitar nuestro país, desde hace unos cuantos, para mí, se ha convertido en además de un pequeño exilio climático estival, en una pequeña puerta de entrada a otro mundo, ajeno y necesario, donde reciclar la mirada, mis verdades y mis vientos.
Hemos paseado por la histórica Gascoña (misma raíz que “vascongada”), cuna del legendario D, artagnan, que retrató A. Dumas en su famosa novela “Los tres mosqueteros”. Víctor Hugo, otro ilustre de las letras universales e hijo de Francia, paseó también por estas tierras, relatando las bondades de los valles de Gavarnie. Pero fue Rolando, con su “chanson” quien más me hace recordar estas montañas y soñar con volver a ellas.
Hace ahora casi veinte años, descubrí ese rincón dorado que existe en lo más alto de los valles de Gavarnie. En aquel momento, acompañaba a un grupo de jóvenes estudiantes con el que puedo decir viví una epopeya casi tan grande como la del propio Rolando (el de la “chanson du Roland”, poema épico medieval). Aquella primera visión de la brecha me dejó marcado, como a la montaña. Uno siempre recuerda este tipo de lugares, donde la naturaleza es grandiosa y habla directamente con el alma, sin filtros.
Han pasado veinte años y la imaginación es maravillosa. Recordaba una brecha aún mayor de lo que es y por eso creo que para seguir construyendo mitos en mi cabeza decidimos seguir ascendiendo hasta encajarnos en el Taillón (3144 msnm), un tres mil asequible así como un mirador de excepción de los valles de Ordesa, Monte Perdido y como no, de la vertiente francesa, ¡menudo subidón! (la ascensión también estuvo bien :).
Emoción a raudales durante las 6-7 horas que estuvimos alrededor de las nubes.
El resto de nuestro periplo pirenaico, pues esta fue la guinda, nos ha llevado a muchos otros encuentros, donde los casuales y no buscados, han sido los más gustosos, al menos para mí suele ser así. Me quedo con el del escultor Jean Jaques Abdallah en la pequeña aldea de Arras en Lavedan, un pueblo repleto de “artitude”.
Ese mismo día, también pudimos conocer a Baptiste, un pastor que en su tiempo libre se dedica a seguir corriendo por las montañas, persiguiendo nubes, en vez de ovejas.
También pudimos probar la comida de Muriel en su “petit restaurant” de Argeles, donde esta mujer y su marido, Benoit, nos hicieron viajar por los “gaves” (ríos) y montañas de los valles de Azun y Pau con sus deliciosos platos. Preciosa velada gastronómica.
Recorrimos, como niñ@s con bicicletas nuevas, la Vía Verde des Gaves. La bicicleta, ese vehículo de la felicidad.
Y terminamos, como no, remojándonos en las aguas termales de Argeles-Gazost, pero de eso no tenemos imágenes aunque sí muy buenas recomendaciones.
Au Revoir mes amis!
Agosto 2022
Equipo Azituna